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Parte I
Sed perfectos.
Fue
a los once años cuando me encontré con el Dios Hambriento y sus hordas, con su
voracidad infinita y su necesidad de carne fresca. Dirán que miento, claro, o
que son fantasías de una mente descompuesta. No me importa, ¿acaso hay alguien
que no esté un poco descompuesto? Los verdaderos monstruos hacen creer que no
existen, que son una historia para espantar a los crédulos, y es eso lo que los
hace más peligrosos. Siempre habrá quien diga que no existe la cosa pálida que
acecha debajo de la cama, que no existe eso que araña el cristal de la ventana
en las noches de tormenta, que no existe aquello que a veces jadea dentro del
armario. Son cosas de niños, dirán, fantasías. Pero los niños, todos los niños
saben que cuando anochece y se apagan las luces, cuando los mayores se retiran
a su habitación y luego de un rato empiezan a roncar, la cosa debajo de la cama
despierta y lentamente desliza su garra huesuda y viscosa bajo las sábanas
tanteando para encontrar el tobillo indefenso; saben que lo que rasguña el
cristal parece un árbol muerto pero no es
un árbol muerto, y que al acercarse para espiar si estás dormido deja un mapa
de vaho pestilente en la ventana; saben que lo que habita en el armario no es
un montón de ropa mal acomodada sino un ser antiguo e insomne que sonríe
mostrando sus largos colmillos amarillentos, asoma un ojo totalmente negro por
la rendija de la puerta y te mira.
Mi
deber es contar lo que ocurrió, lo que sigue ocurriendo sin que lo sepan, todos
los días, bajo sus narices. Mi deber es advertir que la Bestia existe aunque no
lo parezca y que son ustedes los que sin darse cuenta conducen a los más
pequeños a sus zarpas grises, los entregan sin saber (o fingiendo no saber) lo
que les espera. Y es que el Monstruo sabe disfrazarse y alzar sus ojos al cielo
y sonreír cándidamente y ofrecer caramelitos de cajeta. La Bestia sabe no
parecer bestia para engañar, sabe recitar largas historias que adormecen, sabe
parecer inmaculado y disfrazarse de ovejita blanca. Pero es un lobo, es muchos
lobos, o no: es aquello capaz de aterrar a todos los lobos de todos los bosques.
Y está despierto. Y siempre tiene hambre.
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